lunes, 20 de abril de 2009

ASUMIENDO NUESTRA RESPONSABILIDAD

Hola amigos

Alguien dijo cierta vez, con mucho sarcasmo: "Errar es humano, echarle la culpa a otro es aún más humano."

Esta frase que nos suena a broma o a burla, es cierta. Aunque nos cueste admitirlo. En general, cuando cometemos un error somos propensos dar excusas, explicaciones e incluso a culpar a otros por nuestros fracasos: padres, maestros, colegas, a la falta de oportunidades, etc. Esta situación no es algo propio de nuestra sociedad moderna solamente, sino que es tan antigua como la humanidad.

Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, en el huerto de Edén, trataron de excusarse culpando al otro de su error. Así Adán echó la culpa a su mujer Eva, e indirectamente responsabilizó a Dios por su pecado.

Génesis 3:11-12
11
Entonces Dios le preguntó: ...¿Acaso has comido del fruto del árbol del que te dije que no comieras?
12
El hombre contestó: --La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.

La mujer, a su vez, quiso evadir su responsabilidad y echó la culpa a la serpiente.

Génesis 3:13 Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: --¿Por qué lo hiciste? Y ella respondió: --La serpiente me engañó, y por eso comí del fruto.

Esta actitud no nos llevará a conseguir nada delante de Dios. De esta manera sólo tratamos de engañar a nuestras conciencias, pues a Dios jamás podremos engañar.

Gálatas 6:7 No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Cada uno cosechará lo que haya sembrado.

Dios está presto a perdonarnos, pero nuestra actitud tiene que ser la correcta. Jesús murió en la cruz por nuestro pecado. Mediante su sacrificio podemos alcanzar el perdón de Dios, pero debemos acercarnos a Él en humildad, confesando nuestras faltas y con la firme decisión de dejar el pecado para seguir el camino de Dios.

Salmo 32:5 Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: 'Voy a confesar mis transgresiones al Señor', y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.

Pero, a veces hay pecados que están tan arraigados a nuestra vida que somos incapaces de identificarlos. O tal vez los identifiquemos, pero nos justificamos al compararnos con los demás. Nos decimos entonces: 'todo el mundo lo hace' o 'no tiene nada de malo'. Pero Dios sí puede reconocer cada una de nuestras maldades. Cuando nos enfrentamos a la Palabra de Dios, nuestro pecado se hace evidente. Cuando vamos ante Jesucristo, nuestra maldad es inexcusable. Por eso debemos ir constantemente a Él, y a su Palabra, para ser examinados y corregidos por Dios.

Salmo 139:23-24
23
Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos.
24 Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.

Este es la actitud que nos llevará a una vida de bendición. Cuando entreguemos completamente nuestra vida a Cristo y dejemos el pecado para seguir las huellas de nuestro Maestro.

Salmo 32:1-2
1
Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados.
2 Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.

Un abrazo a todos
Rubén.

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