Hay un refrán popular que dice algo así como "árbol que crece torcido, nunca jamás se endereza". En lo espiritual esto es cierto. Dice la Biblia que el hombre natural, que no tiene una comunión íntima con Dios, tiende continuamente hacia la maldad.
Génesis 6:5-6
5 Al ver el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal,
6 se arrepintió de haber hecho al ser humano en la tierra, y le dolió en el corazón.
Esto caracterizaba a la humanidad prediluviana, lo cual motivó el castigo divino por medio de las aguas. Pero, indudablemente esta tendencia hacia lo malo también caracteriza a nuestra sociedad moderna. Aún los grandes "logros", las "hazañas" y la "grandeza" de la humanidad quedan contaminados por la maldad existente. Pese a que nos cueste reconocerlo, la humanidad y cada hombre en particular es entonces una fábrica de maldades. ¿No lo crees? Sólo basta con ojear un diario.
Isaías 1:6 Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano: todo en ellos es heridas, moretones, y llagas abiertas, que no les han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite.
Aún desde niños esto es evidente. A los niños no es necesario enseñarles a hacer lo malo. Inculcarles una buena costumbre requiere de esfuerzo, no así para las cosas malas. Su naturaleza pecaminosa y el entorno de maldad se encargan de contaminar más a este niño y de hombre ya es un árbol torcido delante de Dios. Aún cuando quiera disimularlo con cultura, buenas maneras, religión y cosas parecidas. Dios nos conoce tal como somos.
Jeremías 17:9-10
9 Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?
10 «Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras.»
La solución, como siempre, no es humana. El hombre no puede mejorar. Dios, por su gran amor hacia nosotros, nos dio la solución en CRISTO. Con su muerte en la cruz y su resurrección, Él consiguió que el hombre reciba el perdón y una nueva vida eterna de comunión con Dios.
Juan 3:16 Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Pero, Dios no quiere mejorar nuestra naturaleza pecaminosa. No quiere hacernos menos pecadores. La naturaleza carnal no puede ni quiere someterse a Dios. Nunca podremos vivir en armonía con Dios si vivimos siguiendo los deseos de la vieja naturaleza pecaminosa.
Romanos 8:7-8
7 La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo.
8 Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios.
Jesucristo no vino a arreglar esta naturaleza humana torcida. El querer hacerlo, sería, en sus palabras, como echar vino nuevo en recipientes viejos o poner un parche viejo en un vestido nuevo.
Lucas 5:36-37
36 Les contó esta parábola: —Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo.
37 Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se echarán a perder.
38 Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos.
Lo bueno que Dios trae al hombre lo deposita en una nueva naturaleza espiritual que el Espíritu Santo forma en todos aquellos que depositan su fe en la obra de Cristo en la cruz. Jesucristo no vino a mejorar nuestra vida, vino a darnos una vida nueva, completamente diferente. Si eres de Cristo, eres una nueva persona.
2 Corintios 5:17 Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
Esto no es sólo una figura retórica. Es una gran verdad espiritual. Si tú eres de Cristo ya no eres lo que eras antes. Ya no eres más un pecador empedernido. Eres un hijo de Dios, renacido de una simiente espiritual santa que proviene del mismo Señor y heredero con Cristo de grandes promesas.
1 Pedro 1:23 Pues habéis nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.
2 Pedro 1:4 Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que vosotros, después de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguéis a tener parte en la naturaleza divina.
Pero, ¿por qué todavía fallamos a Dios? Porque teniendo la posibilidad de escoger el agradar a Dios, tomamos la decisión equivocada y seguimos a la naturaleza carnal.
Gálatas 5:16-17
16 Así que os digo: Vivid por el Espíritu, y no seguiréis los deseos de la naturaleza pecaminosa.
17 Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que no podéis hacer lo que quisierais.
¿Cómo dejar el pecado? Fortalece tu nuevo hombre espiritual mediante la comunión con Dios. Entrega toda tu vida (espíritu, alma y cuerpo) al Señor y vive cada segundo tomado de la mano de Dios. ¿Esto quiere decir que ya nunca pecarás? No. Pero cada vez que falles, Dios te levantará y te animará para seguir el camino con Él.
1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.
1 Juan 2:1 Mis queridos hijos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo.
Pero, si tratas de hacerlo solo, estarás soltando tu mano de la mano de Cristo. Tu vieja naturaleza carnal tomará el mando y tratarás de hacer la voluntad de Dios según la carne y te convertirás en un religioso. Lleno de buenas acciones externas, pero sin una verdadera vida espiritual por dentro. Y, aunque no lo queramos o no nos demos cuenta, seremos como aquellos religiosos que criticaban a Jesús, los fariseos.
Mateo 23:27 ¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre.
Sólo el Espíritu de Dios puede hacer crecer la vida espiritual en nosotros. ¿Hasta dónde o cuánto? Hasta que alcancemos la madurez y seamos como nuestro maestro, Jesús.
Gálatas 4:6 Vosotros ya sois hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! ¡Padre!»
Gálatas 4:19 Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros
Efesios 4:13 De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.
Es cierto que hasta el último momento de esta vida, la carne luchará con nuestro hombre espiritual. Pero, si eres de Cristo, tienes una nueva naturaleza, tienes al Espíritu Santo morando en ti para ayudarte y tienes la Palabra de Dios, la Biblia. Es decir, tienes todo lo necesario para vencer. Decidamos bien, decidamos seguir a Dios y desechar el pecado. Ya hubo suficiente pecado en nuestras vidas, sigamos hoy a Cristo.
1 Pedro 4:1-5
1 Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asumid también vosotros la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado,
2 para vivir el resto de su vida terrenal no satisfaciendo sus pasiones humanas sino cumpliendo la voluntad de Dios.
3 Pues ya basta con el tiempo que habéis desperdiciado haciendo lo que agrada a los incrédulos, entregados al desenfreno, a las pasiones, a las borracheras, a las orgías, a las parrandas y a las idolatrías abominables.
4 A ellos les parece extraño que vosotros ya no corráis con ellos en ese mismo desbordamiento de inmoralidad, y por eso os insultan.
5 Pero ellos tendrán que rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.
Recordemos que cuando venga Cristo terminará la lucha, seremos tal como Él es. Se completará la salvación que Dios planeó para ti, la glorificación de tu cuerpo y tendremos una vida de perfecta comunión con Él y el pecado no será más que un vago recuerdo. ¿Es éste tu anhelo? Espero que sí.
1 Corintios 15:51-58
51 Fijaos bien en el misterio que os voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados,
52 en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados.
53 Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad.
54 Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria.»
55 « ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?»
56 El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.
57 ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
58 Por lo tanto, mis queridos hermanos, manteneos firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
Un abrazo a todos.
Rubén.
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